VíCTIMAS DEL FUEGO

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Este invierno, la plaza de las Naciones Unidas en Buenos Aires, se llenó con imágenes de Isabel Sarli.
Un verdadero operativo de « art-keting » como dicen. Esta vez fue para un fernet-Coca.

Una vez no es costumbre, no criticaremos este « homenaje »,  porque en realidad es el ser humano lo que nos interesa.

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De Isabel Sarli y de su pigmalión Armando Bo se ha dicho todo y nada a la vez. En un próximo envío hablaremos más profundamente de ellos. Pero de las verdaderas víctimas del fuego desencadenado por este eterno mito argentino muy poco se ha hablado.

Alicia Fernández vive en Flores y es « una entre tantas » como nos confiesa.

Un testimonio desgarrador

 » No, que no quiero verla a esa “la coca-furia-sarli” que nos removió cuanta familia había en el barrio.

Atrayendo a los desgraciados maridos que iban a ver sus películas, en el bajo Flores, nunca esa bruja porno se hizo cargo de los que se separaron, hombres que largaban sus mujeres siguiendo sus babas de diosa prostiputa y los que se quedaron fueron los peores, se quedaron sólo para bucear en sus matrimonios, no otra cosa que ESO.

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Si lo hubiesen visto al Juan cuando volvía de ver sus películas, los ojos chiquitos y eléctricos, él que era más chicato que un rinoceronte pero con un olfato de dios y madre mía, llegaba con humo en el corazón y olía todo empezando por la pieza, como un detective que busca el cuerpo del delito y al fin lo encontraba al cuerpo y al delito juntos y me llegaba con el aparato como un fierro al rojo vivo y me decía ahora te llamas Chabela y si habré repetido con todo al aire, y vos de otra, “más, más, más para saciar mi alma”.

Y ese hierro incandescente que el Juan me traía del cine con mirada de loco, y el repetía -o prendés o te ponés los guantes de amianto-, y el chiquito del fondo que se llamaba Luisito con su mujer rusa que le faltaba una escama pa’ ser sirena, ¡cómo se ponía el piscueto!, regresaba del cine como en puntas de pie, ¿lo que es sentirse grande, no? y la hacía llorar a la rusa, mirá que hacerle abrir las piernas a una sirena es sólo de petiso fanfarrón,  no, no me digan que quieren hacerle un monumento a esa chirusa, que enseñaba cochinadas a nuestros maridos, que nos hizo desconfiar de los enseres domésticos, pasada las doce de la noche, una mesa de cocina, una tabla de planchar se transformaban en herramientas de estos atrapados sin salida, mire que aprendí a fumar yo que, ni imaginaba echar humo, empecé a tirar nubes por los lugares menos esperados, no, es una falta de moral hacerle un homenaje en la vía pública porque yo perdí al Juan en este mal camino, porque él probo todas y un día fue a probar y regresó y después fue de nuevo y regresó y fue, fue, fue, y no, no regresó mas che, parece lo descubrieron con las bombachas puestas y no era el día de la tradición yo me lo presentía cuando caía la tarde y se arreglaba las uñas, y me decía sos una chapada a la antigua anímate y bueno yo intenté, vio, con Helena la gorda del cuarto piso, pero que quiere, donde hubo vías ferroviarias es difícil hacer andar a un barco, ¿no?

No. Yo, si le hacen un homenaje a la Isabel Sarli no paso por la cuadra, cambio de colectivo, son muchos recuerdos, eso de carne y fuego era un asado donde nosotras fuimos las mollejitas; ella nunca podrá ser una erótica, sin tiempo, como lo es el gauchito gil, ¿no le parece? « 

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