Homenaje de Faubourg Buenos Aires a Don Mario Benedetti,
deseándole una pronta recuperación.
por Mario Paoletti
Del mismo modo que Bécquer lo fue en el siglo XIX, Benedetti es ahora nuestro poeta de los enamorados. En realidad, los poetas son siempre poetas del amor, pero casi todos lo son del amor imposible, o del amor contrariado, o del amor que fue y ya no es, o del terrible amor que quema y no calienta. Benedetti, en cambio, es el poeta del amor posible y deseable, feliz, gozoso, que ocurre en el Presente y prácticamente en “tiempo real”:
Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las cuatro
escribe el Benedetti oficinista y veinteañero, en el que ya se prefiguran casi todas las complicidades que desarrollará en los años siguientes:
Es una lástima que no estés conmigo
cuando miro el reloj y son las seis.
Podrías acercarte por sorpresa
y decirme “¿qué tal?” y quedaríamos:
yo con la mancha roja de tus labios
tú con el tizne azul de mi carbónico.
Bastante gente, en la parte del mundo que sueña en español, ha venido eligiendo desde hace muchos años los versos de Benedetti como música de fondo de sus amores y de sus enamores. La primera generación que estrenó esa costumbre tenía entre 20 y 25 años hacia 1970, cuando Benedetti tenía el doble. Aún se les puede hoy ver –y es un espectáculo digno de ser visto—en las ferias del libro de cualquier país de América Latina y de España, acercándose respetuosa y admirativamente a este uruguayo cordial al que ellos ven como uno más de la familia. Sólo que ahora el uruguayo cordial está pisando los 80 y ellos rondan los 55 años. Aunque no frente a Mario: frente a Mario vuelven a ser los que fueron, los que leían sus poemas del amor posible en el banco de la plaza, en la cafetería de la universidad, en la cama jubilosa:
Porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro.
En aquellos años difíciles, en los que tantas cosas acabaron mal, los versos de Benedetti siempre estaban disponibles, nunca fallaban, y tenían la virtud de recordarnos, de paso, esas Puertas del Paraíso con las que tanto habíamos soñado. Poemas que incluían un guiño y un juramento:
Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
Que es exactamente lo que uno quería decir y que afortunadamente Benedetti había dicho por uno. Gracias, Benedetti.
Pero Mario no es el poeta del amor a secas. Es el poeta del amor igualitario, cómplice, con riesgo. En sus versos no hay nunca mujeres que callan y están como dormidas sino, por el contrario, mujeres dispuestas a luchar junto a su hombre hasta las últimas consecuencias. No son las mujeres de Darío o de Becquer, no son princesas ni son floreros. Son mujeres dispuestas a tomar en sus manos la mitad, exactamente la mitad, de todas las responsabilidades de este mundo. Benedetti es el poeta de estas gentes, el poeta del amor militante, el amor entre camaradas, esa clase de amor que algunos poetas del 27 entrevieron y que él ha llevado a su forma más conmovedora:
Tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro.
Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.
Son versos desmañados, informales, de andar por casa, que irritarán hasta la exasperación a los perfeccionistas (y en especial a los perfeccionistas que tienen dificultades para enamorarse y sobre todo a los perfeccionistas con problemas para enamorarse militantemente). Son poemas, como los de Bécquer, de una sencillez estremecedora:
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el
alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
Mujeres con corazones acorazados contra la injusticia, mujeres que no habían aparecido demasiado en los poemas de amor hasta que este Benedetti, también en esto un aguafiestas, las recogió en sus versos y las retrató de frente y de perfil.
A principios de los ’60, con 40 años recién cumplidos, Mario escribió el réquiem del amor-isla, la condena sin atenuantes del amor entendido como “un rincón tranquilo”. No te salves es la consagración del amor entre iguales, exigente y crítico. Ya no se trata de tomar de la compañera sólo su belleza y su ternura sino también, pero antes, su capacidad de compromiso y su apuesta por un mundo mejor. Es un poema conminativo que el tiempo ha ido mejorando:
No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te piensen sin sangre
no te juzgues sin sueño…
Pero si pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te quedas inmóvil
al borde del camino
y te salvas…
entonces
no te quedes conmigo.
Es un poema unisex, en el que el conminador puede ser cualquiera de los dos, él o ella, y cualquiera de los dos el conminado. No hay muchos poemas de esta clase en lengua española.
Igual que Bécquer, Benedetti ha sido elegido poeta del amor por los propios lectores, en un acto de trasparente democracia literaria. Hace 30 años que los enamorados le son fieles a Benedetti. Y Benedetti les ha pagado con la mima moneda, siéndole fiel al amor y no permitiendo que las tristezas biológicas se interpongan entre su poesía y las maravillas siempre renovadas del sexo triunfante. Así, a una edad en la que algunos hombres deciden jubilarse de su cuerpo, él ha preferido reflexionar juguetonamente sobre las relaciones entre la desnudez y la luz, hasta concluir que
Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.
Benedetti nunca se va a jubilar del amor. En uno de sus últimos libros de poemas, una colección de haikus, nos ha regalado, tamizada por la melancolía, la penúltima perla de este espléndido collar:
Me gustaría
mirar todo de lejos
pero contigo
Contigo. No al lado tuyo, sino contigo. Benedetti es el poeta de los contigos. La mujer, para Benedetti, nunca es un adorno, un camafeo, un territorio por conquistar. La mujer de los poemas de Benedetti es un cómplice, una compañera de viaje, una continente por descubrir. Alguien con quien es obligatorio compartir el amor y el horror cada mañana, al despertar, porque Benedetti nunca pierde las ilusiones, pero tampoco es un iluso:
Bonjour monsieur le maire
forza italia buon giorno
guten morgen ernst junger
opus dei buenos días
good morning hiroshima
despabílate amor
que el horror amanece…
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Mario Paoletti Fundación Ortega y Gasset Callejón de San Justo s/nº - 45001 Toledo mario.paoletti@fogtoledo.com