El temblor ya ha ganado todos los rincones de los bancos…
Nuestro amigo Adolfo Ruiz nos ha escrito su punto de vista para que tratemos de comprender lo que viene…
¿Lo logrará? Le agradecemos desde ya su esfuerzo pedagógico.
Como creo que sigue esta hecatombe
Por Adolfo L. Ruiz*
Sobre las causas, ya está todo dicho, aún por quienes hablaban con mucho énfasis de soft landing o de “desacople”. Nuestro único mérito es haber anticipado este tsunami 10 meses antes y haber destacado varios alertas durante los 3 últimos años. No se trató de un acierto astrológico ni de una conclusión científica, sino basada empíricamente. Ante todo, por la enseñanza de ese primer curso de economía política que es la Biblia, el que nos habló de los bovinos 7 años pro y 7 años con. Y, por otro lado, porque muchos –no todos- sabemos que cuando una persona, una familia, un club, una empresa o un país, gasta más de lo que ingresa, su economía termina colapsando. Y decimos “lo que ingresa” y no “lo que produce”, pues se puede seguir viviendo de prestado, al menos hasta que los acreedores desconfíen de nuestra solvencia y nos digan basta. Los EE.UU. vienen consumiendo extravagantemente desde hace 8 años, cuando había superávit presupuestario que en seguida se evaporó.
Sobre las consecuencias, no es fácil opinar. Todavía “no bajó la polvareda”, que impide ver con nitidez y no nos deja calcular los daños directos. Ni hablar de los indirectos (Alvin Toffler dice que su mujer, que es experta en finanzas, le dijo: “esto no es todo, vas a ver cuando colapsen las tarjetas de crédito”. La explosión parece haber concluido, pues el pánico es un efecto “manada” de ella. Lo que aún no ha tomado fuerza es el tsunami, que no llegará a todas las costas con igual fuerza, ni afectará con igual intensidad a todas las actividades que estén asentadas en ellas.
Aunque muchos conocedores de la economía suelen sostener: “Yo no hago pronósticos”, nosotros creemos que quienes estamos especializados en algo tenemos la obligación profesional de elaborar pronósticos o escenarios, con cierto grado significativo de probabilidad de ocurrencia. Cuando una disciplina no puede hacer estimaciones científicas sino tan sólo probabilísticas o empíricas, por supuesto, incrementa la posibilidad de errar. No obstante, cuando le preguntamos al médico como piensa que evolucionará la salud de un ser querido, no quisiéramos que nos conteste: “yo no hago pronósticos”. Queremos que nos de indicios. Por eso, transmitimos a continuación algunas apreciaciones que pueden ser útiles:
1. Esta crisis es diferente a la de 1929. En esa época las comunicaciones no eran instantáneas ni las decisiones producían efectos inmediatos. Al contrario que en la actualidad, hubo “corridas” con gente agolpada en los bancos y las bolsas. En aquella época, tampoco no existían como ahora 100 millones de norteamericanos (ni varios millones en el resto del mundo), propietarios de títulos de bolsa. Desde luego, no existían tantos cientos de miles depositantes codiciosos en los “Fondos de Inversión” ni la fenomenal liquidez de los “Fondos de Pensión”. Y, finalmente, la economía de bienes y financiera no estaba tan globalizada –es decir, “calzada” entre centenas de miles de compradores y vendedores- como lo estaba hasta hace un mes. Por lo tanto, pensamos que por ello, la crisis será más intensa que aquella. Pero, a su vez, creemos que ésta será menos prolongada –o sea, menos de un par de años- debido a la mayor experiencia obtenida como para calibrar las medidas correctivas.
2. La actual es una crisis que sufrirán principalmente las clases medias, que tenían alto y, muchas veces, sofisticado nivel de consumo. Normalmente, se trata de gente sin problemas de “fin de mes” y que sólo pueden sufrir cortos períodos transitorios de falta de liquidez. Son los integrantes del gigantesco grupo de consumo de productos y servicios “de lujo” y de moda. Continuo nutriente de los sectores turísticos, epicúreos, artísticos y de espectáculos, salud y estética, moda y tecnología del confort, esta vez le tocará a ellos y verán achicarse a la brecha que las separa de las clases medias bajas y pauperizadas. Claro, es obvio, que no por ello éstas subirán de categoría. Todo lo contrario, pues recibirán coletazos negativos y, en no pocos casos, deberán enfrentar la desocupación y la falta de rebusques o changas.
3. Precisamente, las clase medias son en casi todo el mundo desarrollado la fuente principal del aporte de impuestos –en Argentina algo menos, pues nuestro “progresismo” suele volatilizarse a la hora de los vencimientos impositivos-, y generará fuertes desequilibrios presupuestarios de los gobiernos, que se verán obligados a vender parte de sus reservas en dólares y en bonos del gobierno americano (que así los podrá rescatar a menor precio del que los emitió). O sea, esta situación también será distinta a la de 1946, cuando los EE.UU. se quedaron con “todas las bolitas” y tuvieron que repartir algunas para poder seguir jugando. Ahora, además, también se quedaron con el “hoyo”, por lo que creo que a pesar de tantas predicciones hay imperio por varias décadas más.
4. Cuando en una empresa caen las ventas, todos sus integrantes –los de arriba o los de abajo- se ponen muy pero muy nerviosos. Y lo mismo pensamos que ocurrirá a nivel planetario. Creemos que se avecina una gigantesca ola de proteccionismo y de nacionalismo, que achicará el comercio mundial y producirá múltiples conflictos sociales en casi todos lados, principalmente en Europa y en el sudeste asiático. Y el consecuente nerviosismo multinacional puede degenerar en guerras y terrorismo de alta gama. A veces por algún mal entendido, otras por desesperación. No todas las sociedades tendrán la posibilidad de -ni sabrán- achicarse en un 30%, un 40% o más. Por tanto, no creemos que vengan tiempos pacíficos ni, tampoco- que Latinoamérica esté exenta de ese tipo de conflictos.
5. Desde el punto de vista microeconómico, es decir, del lado de las empresas, poco es lo que podemos hacer para enfrentar el vendaval que ya está en el horizonte. Como en los terremotos, crucemos los dedos para que se caiga las casa del vecino y no la nuestra. Sin embargo, también nos puede tocar a nosotros o bien, podemos sufrir las consecuencias del desmoronamiento de la vivienda de ese vecino. A veces, aunque nuestro negocio no decaiga sufriremos escasez de materias primas o de financiación, otras estaremos ahogados por nuestros stocks o por nuestras deudas y habrá que “revolear” bienes a bajo precio, incrementando nuestro quebranto, quizás irreversible. La crisis será distinta para producciones lentas (vitivinícola) que para las de productos de consumo durable o semi durable, cuyas manufacturas pueden detenerse o racionarse; de la misma manera, tendrá distinta intensidad y duración para quienes manufacturen bienes de ciclo corto que las que requieran largo tiempo de maduración o rotación. Las empresas mejor colocadas serán las que estén sin deudas, sin stocks y con cierta liquidez. Para las de servicios, la reducción de su demanda –o la paralización de ella- las puede sacar de mercado si no achican sus costos de estructura. Pero, casi todas, verán como se corre dramáticamente su punto de equilibrio.
Buenos Aires, 8/10/2008
*El blog del Estudio Adolfo Ruiz & Asociados: Perspectivas Microeconomicas