Saliendo del metro Gambetta, amagando a la derecha, continuando derecho viejo, saltando por encima de un tacho de basura recién estrenado, si no nos sentimos un poco perdidos es porque ya estamos perdidos, o lo que resulta más interesante, estamos llegando a « Fuerte Forchino ».
Conocer a Guillermo Forchino es discutible, algunos opinan que es un tipo cuidado, un irónico de bazar y loquito por los detalles, de aquellos que te devuelven la risa y no cualquiera sino la de la carcajada del labio partido, linda pero ardiendo.
La risa argentina, a los franchutes les gusta, porque les devuelve juego de cintura, perfil de ilógico, pero ni se percatan que Forchino es uno de pura sangre sentimental, es de los que siempre estarán allí cuando la metástasis te quiera marcar fuera de juego, pero ojito si alguien le moja la oreja al mundo es él y lo hace haciéndose el inocente – sí, se oye en la popular, boludo si querés- con una banda de locos enjaulados.
Forchino es una moneda de un mango con dos caras, cara-cara, los autos del mundo, bien hechos, pequeñas historias, desechos atados con alambre, miseria pero limpita, que si somos pobres que se note poco, un mundo de tierna tierra prometida, argentina, pero no la de hoy sino la de las añoranzas nobles, véase también una sinceridad, la de los objetos tirados, donde se descubre, quien es, -lo oigo refunfuñar: “soy en el desorden, y qué?, no le hago mal a nadie”, acaso el gran Oski no lo era, pero aparte de ser cara de esa moneda es también cruz, y allí la sucursal de la locura, de los años tétricos, del universo de siempre.
Como dice el dicho: cada uno carga su cruz, pero no vale arrastrarla.
Rosarino de rojo negro, sin más explicaciones, el mejor de los hermanos entre los Caínes del siglo, suele vivir cerca de su estufa, cerca de sus amigos y de su familia, cerca del recuerdo de su viejo, rincones enrarecidos de un inconsciente hostil.
Sabe que las mejores promesas son las inalcanzables, pero dónde sucedió verdaderamente este encontronazo de dos imágenes, sino en la casita de su neurosis; multitudes, conversaciones de la época, donde se incubó una ceremonia necesaria, la de la fluyente artrosis del creador en un toc-toc en la puerta del ego, de una anatomía digna de una jubilación privada.
Forchino: el pueblo pirata te saluda.
Links :
http://www.youtube.com/watch?v=Xfv_7pQtwyE
http://artotheque-universitaire.fr/artistes_referents_194.htm