Cette œuvre de Abel Robino qui fait partie de la série Hara-kiri books, a été faite avec un cutter, créant une sorte de dentelle en 3D à travers plusieurs pages du magnifique livre Le FoxyLadyProject du photographe Max Ruiz. Il s’agît du plus grand imprimé au monde, il mesure 1,20 m de haut par 55 cm de large et pèse 12 kg. Il reproduit des photos en taille réelle de 61 guitares célèbres.
Maintenant, le problème est le suivant : la galerie Arteum (qui devait montrer le travail le jour de l’ouverture de l’espace au Carrefour du Louvre, mais par manque de place n’a pas pu le faire) l’a vendu par erreur, comme un simple livre, et le client qui l’a acheté ne veut pas le rendre, arguant qu’il a payé en espèces, donc il n’y a pas de preuve d’achat. Tout cela semble très étrange, très ridicule et serait très drôle, si ce n’était que la seule partie lésée est bien l’artiste.
Le seul recours pour Abel est de déposer une plainte contre X, ou bien que tout le monde le sache et que finalement la galerie Arteum de Paris – Carrefour du Louvre, ou le « client », réagissent et lui rendent son œuvre , qui est sa propriété. Si vous voyez cette pièce au hasard de vos rencontres, s’il vous plaît écrivez nous à dp@faubourgbuenosaires.com ou laissez un commentaire. Merci d’avance.
GUITARRA « ROBADA » EN PARIS
Esta obra de Abel Robino de la serie HARA-KIRI books, fué realizada con un cutter, calando varias páginas del magnífico libro The FoxyLadyProject de Max Ruiz. Se trata del libro impreso más grande del mundo, mide 1,20 cm de alto por 55 cm de ancho y pesa 12 kg, y reproduce en fotos tamaño real 61 guitarras famosas.
Ahora bien, el problema es el siguiente : según la galeria Arteum (que debía exponer la obra en el día de su inauguración, pero por falta de espacio no lo pudo hacer) esta obra fue vendida por error, como un simple libro, y el cliente que se la llevó no quiere devolverla aludiendo que, como pagó en efectivo, no hay prueba de la compra. Todo esto nos parecería muy raro, muy ridículo y muy cómico, si no fuera que el único perjudicado es Abel Robino. Qué lo parió ! diría Mendieta.
El único recurso que le queda a Abel es hacer una denuncia contra X, o bien que todo el mundo se entere y que la Galería Arteum de Paris – Carrefour du Louvre, o el « cliente » reaccionen y devuelvan la obra, que es su propiedad. Si ustedes ven por azar esta obra por favor escriban à dp@faubourgbuenosaires.com. Mil gracias desde ya.
Este invierno, la plaza de las Naciones Unidas en Buenos Aires, se llenó con imágenes de Isabel Sarli.
Un verdadero operativo de « art-keting » como dicen. Esta vez fue para un fernet-Coca.
Una vez no es costumbre, no criticaremos este « homenaje », porque en realidad es el ser humano lo que nos interesa.
De Isabel Sarli y de su pigmalión Armando Bo se ha dicho todo y nada a la vez. En un próximo envío hablaremos más profundamente de ellos. Pero de las verdaderas víctimas del fuego desencadenado por este eterno mito argentino muy poco se ha hablado.
Alicia Fernández vive en Flores y es « una entre tantas » como nos confiesa.
Un testimonio desgarrador
» No, que no quiero verla a esa “la coca-furia-sarli” que nos removió cuanta familia había en el barrio.
Atrayendo a los desgraciados maridos que iban a ver sus películas, en el bajo Flores, nunca esa bruja porno se hizo cargo de los que se separaron, hombres que largaban sus mujeres siguiendo sus babas de diosa prostiputa y los que se quedaron fueron los peores, se quedaron sólo para bucear en sus matrimonios, no otra cosa que ESO.
Si lo hubiesen visto al Juan cuando volvía de ver sus películas, los ojos chiquitos y eléctricos, él que era más chicato que un rinoceronte pero con un olfato de dios y madre mía, llegaba con humo en el corazón y olía todo empezando por la pieza, como un detective que busca el cuerpo del delito y al fin lo encontraba al cuerpo y al delito juntos y me llegaba con el aparato como un fierro al rojo vivo y me decía ahora te llamas Chabela y si habré repetido con todo al aire, y vos de otra, “más, más, más para saciar mi alma”.
Y ese hierro incandescente que el Juan me traía del cine con mirada de loco, y el repetía -o prendés o te ponés los guantes de amianto-, y el chiquito del fondo que se llamaba Luisito con su mujer rusa que le faltaba una escama pa’ ser sirena, ¡cómo se ponía el piscueto!, regresaba del cine como en puntas de pie, ¿lo que es sentirse grande, no? y la hacía llorar a la rusa, mirá que hacerle abrir las piernas a una sirena es sólo de petiso fanfarrón, no, no me digan que quieren hacerle un monumento a esa chirusa, que enseñaba cochinadas a nuestros maridos, que nos hizo desconfiar de los enseres domésticos, pasada las doce de la noche, una mesa de cocina, una tabla de planchar se transformaban en herramientas de estos atrapados sin salida, mire que aprendí a fumar yo que, ni imaginaba echar humo, empecé a tirar nubes por los lugares menos esperados, no, es una falta de moral hacerle un homenaje en la vía pública porque yo perdí al Juan en este mal camino, porque él probo todas y un día fue a probar y regresó y después fue de nuevo y regresó y fue, fue, fue, y no, no regresó mas che, parece lo descubrieron con las bombachas puestas y no era el día de la tradición yo me lo presentía cuando caía la tarde y se arreglaba las uñas, y me decía sos una chapada a la antigua anímate y bueno yo intenté, vio, con Helena la gorda del cuarto piso, pero que quiere, donde hubo vías ferroviarias es difícil hacer andar a un barco, ¿no?
No. Yo, si le hacen un homenaje a la Isabel Sarli no paso por la cuadra, cambio de colectivo, son muchos recuerdos, eso de carne y fuego era un asado donde nosotras fuimos las mollejitas; ella nunca podrá ser una erótica, sin tiempo, como lo es el gauchito gil, ¿no le parece? «
« En Francia la cuisine es una disciplina artística y un deporte nacional. » [ Julia Child ]
En la película « Julie & Julia », Meryl Streep encarna a Julia Child, pionera de la divulgación de la cuisine française en EEUU con su libro « Mastering the Art of French Cooking » y el programa de TV « The French chef » en 1963.
Con su marido se fueron a vivir a Francia 1946, y allí se inició a lo que los franceses llaman la « gastronomie » y que, dicho sea de paso, nos hace en parte querer a este país.
Pero no queremos hablar de la película, ni de Meryl Sreep (que nos encanta, y que le da al personaje una « sexy touch » que dudamos haya tenido), ni de Julia Child, ni de la afectación americana con que esa expresión cultural tan típica de Francia ha sido adaptada. No. Les queremos hablar de « hard cuisine ». Y aquí, ésta disciplina tiene un ícono indiscutible, muy lejano a los restaurantes 3 estrellas del Guide Michelin y a todo lo que se da a conocer de la cuisine française en américa latina. Les queremos hablar de Maïté.
Maite Ordóñez, de origen vasco, no tiene la classe del Gato Dumas, ni el físico de Meryl Streep, ni la maternal gracia de Doña Petrona C. de Gandulfo.
No.
Maïté se ataca a la materia bruta con un lenguaje que podría salir de la boca de un camionero (sin querer desmerecer al rubro).
Bajo una apariencia inocente y despreocupada, su cuerpo enorme nos arranca con una fuerza descomunal de la tibia imagen finoli de cocina de peluquero, con gestitos amanerados colocando una hoja de perejil sobre un filete.
Maïté no es así… Ella no le tiene miedo al colesterol, ni a las grasas, ni a los otros chefs. Ella tiene una escopeta colgada sobre la chimenea, por las dudas (¿estará cargada?). Porque la vida es como es. Y la hard cuisine de Maïté nos la hace probar así: cruda.
No sabemos si nuestros lectores ya han probado las anguilas (los que vieron la película El Tambor deben saber algo de eso).
Aquí Maïté nos muestra cómo tomar el toro por los cuernos, si nos permiten el paralelo…
En nuestras laboriosas vacaciones estuvimos por La Rioja (España), donde el Museo Würth nos invitó a la inauguración de la expo « Christo & Jeanne-Claude, obras de la collección Würth », con la presencia de los artistas. Desde hace ya algunos años Jeanne-Claude, la mujer de Christo, firma la obra junto con él, enfin… nunca se sabe cuando la hizo uno u otro o los dos.
Los dos artistas mundialmente conocidos por sus embalajes (el Reichstag, el Pont neuf…) hicieron una « speed-conferencia » donde contaron algunas anécdotas sobre sus proyectos realizados -ilustrada con unas diapositivas de los ’70-’80- y sobre aquellos proyectos que tratan de realizar – « Over the river » y « The Mastaba ».
En seguida vino una « speed-preguntas-y-respuestas » frente a un público devoto pero -sin muchas preguntas y menos respuestas- salpicado todo con problemas de micrófonos, traducción simultánea, etc.
El artista chino Shen Jingdong osó una pregunta a pesar de su escaso inglés : ¿Porqué nunca han ido a China?
La respuesta de Christo fué tajante: – « Porque no parece que les interese nuestro trabajo, nunca nos compraron nada. »
Ni soñemos con que vayan a ir a Argentina!… A menos que CFK saque plata para un dibujito, pero ya se gastó todo con las transmisiones del fútbol…
La importancia de la obra Christo en el mundo de la creación es indiscutible, ahora bien, la cuestión es la siguiente : no siendo como los lirios del campo -aunque no cambie de campera desde 1976- y con esos proyectos de tan alto costo, ¿cómo hacen para vivir?
En parte la respuesta es conocida: venden caro a coleccionistas y museos los croquis, fotos y films de sus proyectos, pasando meses y años en diversos países recaudando fondos. Durante la speed-conferencia que dieron , el tema del dinero fue omnipresente, validando el dicho de que en las cenas de banqueros se habla de arte y en las cenas de artistas se habla de guita. Christo y Jeanne-Claude nos explicaron que el proyecto Over the river necesitaría una inversion de 20 millones de $, y que solamente el test sonoro de las máquinas que utilizarían les costó 1 millón y medio.
Al comienzo de la conferencia Jeanne-Claude avisó: « No vamos a hablar de arte, vamos a hablar de la Tierra » .
En ésta Tierra de Christo el dinero es esencial, y no lo vamos a desmentir. Todos tenemos que comer, pagar el alquiler, comprar yerba y materiales, vender obra, comercializarse, etc.
La cuestión es la forma.
Christo y Jeanne-Claude, bajo la apariencia de la « buena onda » y la decontracción, se mandaron una conferencia de divulgación artística expeditiva (40 minutos, incluyendo las preguntas y respuestas lacónicas) sin gran interés, pero pasaron 1 hora y media firmando autógrafos al público presente sobre el lujoso y excelente catálogo de la exposición regalado por el museo, mientras un cocktail se servía en los jardines.
Luego desaparecieron y anularon todos los compromisos oficiales que habían tomado en los días siguientes. Esos mismos compromisos que les permiten encontrar compradores potenciales, responsables políticos e institucionales para montar sus proyectos. ¿Qué mosquito les picó?
Con un poco de mala fé, diríamos que la firma de autógrafos parece ser la verdadera fuente de ingresos de la pareja de artistas. Por supuesto que no estamos contra la firma de autógrafos, aunque no nos parece ésto lo más entusiasmante para artistas de ese calibre. La cuestión es la coherencia. Ser consecuentes con el discurso artístico, político y también económico.
¿Cómo creen que van a juntar los 20 millones si toman a la gente de arriba?
A menos que hayan decidido de entenderse con unicamente con los Emiratos…
Business as usual?
Proyecto « The Mastaba » para los Emiratos Arabes Unidos. (in progress)
Los « habitués » de Faubourg Buenos Aires ya saben que no estamos en la polémica, no porque no nos guste, pero porque no tenemos tiempo. Por esa razón no hemos escrito nada luego de las derrotas de la selección en Bolivia y en el Monumental. La crítica deportiva se encargó de ello, cumplió con su rol.
No obstante, humildemente desde París, tratamos de encontrar soluciones que le permitan a Maradona calificar a éste seleccionado de onerosas « stars » que tiene al mando. Creemos, y no es un secreto para nadie, que Diego y su equipo tienen que reanudar con el gol, y rápidamente.
Tenemos a la persona indicada.
Se trata de Rémy Gaillard, un francés sin empleo fijo, malquerido de los media, demasiado adolescente en su cabeza para interesar a Domenech, el seleccionador de l’Equipe de France.
Rémy Gaillard vive en Montpellier, es un humorista de lo cotidiano, un actor de corazón, un provocador poético, un productor para tiempo de crisis, version youtube.
Rémy pretende ser « un tipo cualquiera » (n’importe qui) y es verdad, pero sólo en apariencia.
Su consigna-moral es la siguiente: « C’est en faisant n’importe quoi qu’on devient n’importe qui », que podríamos traducir por « A fuerza de hacer cualquier cosa nos convertimos en cualquiera ». En el mundo de todos los días ésta frase sería tan solo una broma más, pero en el mundo imaginario de Rémy esa consigna es un bloque de granito, porque Rémy hace « realmente » cualquier cosa, la filma y la sube a youtube o a su sitio personal (www.nimportequi.com):
– Disfrazado de Supermario hace carreras en las calles de Montpellier
– Decora ascensores
– Bucea en los acuarios públicos
– Se viste de vaca en un campo lleno de toros
– Hace camping en las rotondas de la ciudad
– Se pone a cantar en las cajas de supermercado
– Se presenta al concurso de mister universo
– Juega al tenis con Yannick Noah
– Camina sobre la luna
– Se disfraza de caracol en la ruta
– y 1000 idioteces más…
Pero lo que nos interesa hoy es sobre todo su performance futbolística.
Rémi pone la pelota donde quiere y pensamos sería un perfecto reemplazo de Riquelme, y además tiene un excelente sentido del humor.
Veamos de qué se trata…
Los videos de Rémi ya han sido bajados 160 millones de veces. Los japoneses le consacran programas de televisión. En Bélgica y Canadá le plagian sus sketches…
¡Por favor señores dirigentes de la AFA, nacionalizen a Rémi y pónganlo en la selección YA! Les va a salir mucho más barato, vamos a ganar por goleada y por una vez nos vamos a reír, lo que en éstos tiempos viene a ser un lujo.
El 19 de abril murió en Inglaterra J.G. Ballard, autor visionario, pesimista, él lo habia previsto todo: la sociedad del ocio, el fetichismo de los objetos de consumo, el culto a la celebridad… Nos hablaba del mundo de hoy, no del de mañana.
J.G. Ballard, uno de los grandes de la ciencia ficción contemporánea.
Sus libros, novelas y cuentos, fueron y serán inspiración para los directores de cine.
El imperio del sol, dirigida por S. Spielberg tiene marcados tintes autobiográficos, se inspira en algunas vivencias de Ballard en su adolescencia en los campos de refugiados en Shangai.
James Graham Ballard había nacido en esa ciudad en 1930 y a los 12 años fue trasladado con su familia a este campo de reclusión donde permanecieron durante 3 años. Aprendiendo el totalitarismo con la mamadera. En 1946 emigran a Inglaterra donde vivirá toda su vida. Al llegar comenzó a estudiar medicina en la Universidad de Cambridge pero nunca terminó la carrera. Se licenció como piloto en Canadá, fue editor científico y finalmente decidió dedicarse a la literatura.
Algunas perlitas.
La Ficción es una rama de la neurología: los escenarios de los nervios y los vasos sanguíneos son las mitologías escritas de la memoria y el deseo. »
El gusto por la pornografía generalizada significa que la naturaleza nos está alertando a la amenaza cierta de extinción.
Cualquier tonto puede escribir una novela, pero requiere genio para venderla.
Teniendo en cuenta que la realidad exterior es una ficción, el papel del escritor es casi superfluo. Él no necesita inventar la ficción porque ya está allí.
Me gustaría resumir mi temor sobre el futuro en una palabra: aburrido. Y eso es mi único temor: que todo haya sucedido, que nada nuevo o emocionante o interesante vaya a pasar … el futuro sólo va a ser un gran, conforme suburbio del alma.
En un mundo completamente cuerdo, la locura es la única libertad!
La ciencia y la tecnología se multiplican a nuestro alrededor. Cada vez en mayor medida dictan las lenguas en las que se habla y piensa. O bien utilizamos estos idiomas, o nos quedamos en silencio.
En 1956 comenzó a escribir sus primeros cuentos pero fue con la aparición de El mundo sumergido (1962) que su nombre empezó a aparecer entre los de los creadores de una nueva tendencia de la literatura de ciencia ficción que tomó el nombre de ficción especulativa. Para el propio Ballard sus libros lo que hacían era describir la nueva psicología del futuro.
La mayoría de ellos se sustentan sobre problemáticas muy propias del siglo XX y prefiguran algunas de las amenazas reales para el planeta. El miedo y la irracionalidad que producen sostienen muchos de los conflictos de nuestra era. Crash! , escrita en 1973 fué llevada al cine en 1996 por David Cronenberg. Es una de las películas que mas nos han incomodado y fascinado al mismo tiempo.
Borges y Ballard en los ’70, cuando escribía Crash !
Crash! fué la experiencia más difícil de mi vida de escritor. Escríbia cosas horribles mientras que mis hijos, entonces pequeños, jugaban a mi alrededor… Me volvía loco.– dice Ballard
La segunda oportunidad – RTE o la pasión del Crash
Ballard escribió cerca de 20 novelas de las cuales La sequía (1964) y El mundo de cristal (1966) muestran la importancia que para él tenía el tema ecológico, y La isla de cemento (1974) o Rascacielos (1975) ponen de manifiesto el rol del hombre en la destrucción del planeta.Sus obras hablan de manera especialmente cruda de las grandes tragedias humanas provocadas por los conflictos bélicos que marcaron todo el siglo pasado. Miracles of life (2008) es su libro más directamente autobiográfico, y culmina con la declaración de su enfermedad terminal. Tenía 78 años.
“Pienso que debería haber más sexo y más violencia en televisión, y no menos. Ambos son poderosos catalizadores del cambio social, en momentos en que se necesita desesperadamente un cambio.”
Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, liberar la verdad que hay en nosotros, alejar la noche, trascender la muerte, encantar las autopistas, congraciarnos con los pájaros y asegurarnos los secretos de los locos.
Creo en mis propias obsesiones, en la belleza de un choque de autos, en la paz del bosque sumergido, en la excitación de una playa de vacaciones desierta, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos de varios pisos, en la poesía de los hoteles abandonados.
Creo en las pistas de aterrizaje olvidadas de Wake Island, señalando a los Pacíficos de nuestras imaginaciones.
Creo en la belleza misteriosa de Margaret Thatcher, en el arco de sus fosas nasales y el borde de su labio inferior; en la melancolía de los conscriptos argentinos heridos; en las sonrisas perturbadas de los empleados de estaciones de servicio; en mi sueño sobre Margaret Thatcher acariciada por ese joven soldado argentino en un motel olvidado, observados por un empleado de estación de servicio tuberculoso.
Creo en la belleza de todas las mujeres, en la perfidia de sus fantasías, tan cerca de mi corazón; en la unión de sus cuerpos desencantados con los rieles de cromo de las góndolas de supermercado; en su cálida tolerancia de mis propias perversiones.
Creo en la muerte del mañana, en el acabamiento del tiempo, en la búsqueda de un tiempo nuevo en las sonrisas de las mozas de los bares de las rutas y en los ojos cansados de los controladores de tráfico aéreo en aeropuertos fuera de temporada.
Creo en los órganos genitales de los grandes hombres y mujeres, en las posturas corporales de Ronald Reagan, Margaret Thatcher y la Princesa Diana, en el suave olor que emana de sus labios cuando miran a las cámaras del mundo entero.
Creo en la locura, en la verdad de lo inexplicable, en el sentido común de las piedras, en la demencia de las flores, en la enfermedad reservada para la raza humana por los astronautas del Apolo.
No creo en nada.
Creo en Max Ernst, Delvaux, Dalí, Tiziano, Goya, Leonardo, Vermeer, de Chirico, Magritte, Redon, Durero, Tanguy, el Facteur Cheval, las torres Watts, Bocklin, Francis Bacon, y en todos los artistas invisibles dentro de las instituciones psiquiátricas del mundo.
Creo en la imposibilidad de la existencia, en el humor de las montañas, en lo absurdo del electromagnetismo, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la aritmética, en las intenciones asesinas de la lógica.
Creo en las adolescentes, en la corrupción que hay en ellas sólo por la postura de sus piernas, en la pureza de sus cuerpos desaliñados, en los rastros que sus partes pudendas dejan en los baños de moteles miserables.
Creo en el vuelo, en la belleza del ala, y en la belleza de todo lo que alguna vez haya volado, en la piedra arrojada por un niño pequeño que lleva en sí misma la sabiduría de los estadistas y de las parteras.
Creo en la amabilidad del bisturí, en la geometría sin límites de la pantalla de cine, en el universo oculto dentro de los supermercados, en la soledad del sol, en la locuacidad de los planetas, en la redundancia de nosotros mismos, en la inexistencia del universo y el aburrimiento del átomo.
Creo en la luz que arrojan las videograbadoras en las vidrieras de las grandes tiendas, en la agudeza de las parrillas de los radiadores en los salones de venta de automóviles, en la elegancia de las manchas de aceite sobre las barquillas de los motores de los 747 estacionados en las pistas de los aeropuertos.
Creo en la no existencia del pasado, en la muerte del futuro, y en las infinitas posibilidades del presente.
Creo en el desarreglo de los sentidos: en Rimbaud, William Burroughs, Huysmans, Genet, Celine, Swift, Defoe, Carroll, Coleridge, Kafka.
Creo en los diseñadores de las Pirámides, el Empire State, el bunker del Fuhrer en Berlín, las pistas de aterrizaje de Wake Island.
Creo en la fragancia del cuerpo de la Princesa Diana.
Creo en los próximos cinco minutos.
Creo en la historia de mis pies.
Creo en las migrañas, el aburrimiento de las tardes, el temor a los calendarios, la traición de los relojes.
Creo en la ansiedad, la psicosis y la desesperanza.
Creo en las perversiones, en el amor obsesivo por los árboles, las princesas, los primeros ministros, las estaciones de servicio abandonadas (más bellas que el Taj Mahal), las nubes y los pájaros.
Creo en la muerte de las emociones y el triunfo de la imaginación.
Creo en Tokio, Benidorm, La Grande Motte, Wake Island, Eniwetok, Dealey Plaza.
Creo en el alcoholismo, las enfermedades venéreas, la fiebre y el agotamiento.
Creo en el dolor.
Creo en la desesperanza.
Creo en todos los niños.
Creo en mapas, diagramas, códigos, juegos de ajedrez, rompecabezas, tableros de horarios de vuelos, carteles indicadores de los aeropuertos.
Creo en todas las excusas.
Creo en todas las razones.
Creo en todas las alucinaciones.
Creo en toda la rabia.
Creo en todas las mitologías, recuerdos, mentiras, fantasías y evasiones.
Creo en el misterio y la melancolía de una mano, en la amabilidad de los árboles, en la sabiduría de la luz.
John Kenneth Galbraith(Ontario, 1908 – Cambridge, Mass. EEUU, 2006) fue un conocido economista, y nuestros lectores ya habrán hecho el link entre Ballard y él, aparte el hecho de que estén los dos muertos. Galbraith también hablaba del mundo de hoy, no del de mañana.
Galbraith no responde al estereotipo de economista norteamericano, por sus ideas iconoclastas sobre la economía y prácticas de sus pares. Su mayor preocupación no era el análisis econométrico o teoría económica, sino analizar las consecuencias de la política económica en la sociedad y la economía política, en una forma accesible y eliminando gran parte del tecnicismo utilizado por los economistas.
En 1949, Galbraith fue nombrado profesor de economía en Harvard. Fue también editor de la revista Fortune.
En su primera gran obra, Capitalismo americano, (American Capitalism: The concept of countervailing power, 1952) señala que las grandes corporaciones han desplazado a las pequeñas o negocios de carácter familar, y, como consecuencia, los modelos de competencia perfecta no pueden ser aplicados en la economía de EE.UU. Una forma para contrarrestar ese poder, según Galbraith, es el surgimiento de grandes sindicatos. En La sociedad opulenta (The Affluent Society, 1958), contrasta la opulencia del sector privado con la avaricia del sector público. Con ello demuestra que EE.UU., en los años cincuenta, era el ejemplo de un país con una economía en crecimiento, pero que en su interior existían grandes desigualdades sociales. Finalmente, en El nuevo Estado industrial (The New Industrial State, 1967) señala que las grandes corporaciones (como la General Motors, otro punto en común con Ballard) dominan el mercado de EEUU. Esto, como resultado de su gran crecimiento productivo y el nivel en sus operaciones, que les permite controlar sus mercados.
El crash de 1929 (The Great Crash, 1929)
El libro fue publicado por primera vez en 1954, en el 25 aniversario del crash de 1929, cuando su recuerdo e influencia estaban todavía muy presentes. En la introducción a una reedición de los años 90, el autor afirma: Cada vez que la obra estaba a punto de ser descatalogada y desaparecer de las librerías, un nuevo episodio especulativo (…) estimulaba el interés por la historia de aquel gran caso contemporáneo de prosperidad y súbito desplome del mercado de valores, que condujo a una implacable depresión.
El crash de 1929 se convirtió pronto en una de las obras más vendidas de Galbraith. Acerca de su trayectoria comercial, el autor comenta en la misma introducción anterior: Tuvo una breve aparición en las listas de libros más vendidos y satisfecho lo veía expuesto en los escaparates de las librerías. En mis frecuentes visitas a Nueva York, me apenaba, no obstante, que no hubiese ni rastro de él en una pequeña librería situada en la rampa que, en la antigua terminal del aeropuerto de La Guardia, conducía hasta los aviones. Una noche entré y me dediqué a examinar las estanterías. La encargada finalmente se apercibió de mi presencia y me preguntó qué buscaba. Algo azorado, omití el nombre del autor del libro y le dije que era una obra llamada The Great Crash. Aquella mujer me respondió con firmeza: “No es un libro que se pueda vender en un aeropuerto”.
Otros libros de John Kenneth Galbraith, – Qué titulos!
-El triunfo. -Dinero. -Una vida de nuestro tiempo. -La era de la incertidumbre. -Breve historia de la euforia financiera -La pobreza de las masas. -Historia de la economía. -La cultura de la satisfacción.
Y General Motors ¿quiebra o no quiebra? ¡Si Galbraith viviera !
Décadas de ideología de la confusión nos dieron la magnífica oportunidad de creer que el capitalismo era un sistema. Utilizamos hasta el cansancio la falacia.
Nuestro mundo de avanzada tecnología, de expertos universales, no nos han preparado para lo que se venía. Ni el comandante Che Guevara, ni el subcomandante Marcos, ni Chávez (a menos que…)
Pero el Commandant Cousteau lo sabía perfectamente. El sí que estaba enterado. Su profundo conocimiento de las profundidades lo había puesto en la brecha de un descubrimiento fundamental: el capitalismo es un ORGANISMO, ¡está vivo!
Con su bonnet rouge y su Calypso, en algun océano perdido él lo encontró, lo estudió, lo fotografió, lo entrevistó. Con su voz nasal y sus « eg-rrres » a la francesa nos anunció la fantástica primicia en uno de sus reportajes surrealistas:
– musiquita – (y voix-off con acento fgrancés)
« Estabámós con mi hijo Philippe en el moduló submagrrino de la Calypso, tgrratandó de filmagr pogr la pgrimegra vez en su ecosistémá al « pez-pijón » (procunciar peizzpigjeón), unicó espécimén de éstá espécié de las pgrofundidadés dotadó de ogrganós genitalés inmensós, más grandés que su pgropio cuegrrpó.
En un momentó de nuegstgra investigación, le dijé a Philippe que pgrendiegra la luz porgque no veiá una miegrda. Mi hijó me contestó que ya estabá pgrendidá. Y yo le dijé: – ¡Entoncés es que en vegrdad no veo una miegrda! Me quité los anteojós, y los tigrré al pisó del moduló submagrrino con mucha bgroncá. No sueló haceg muchas boludecés, pegro esa fué una ggrandé. Un instanté déspues, aún enojadó con mí mismó, me di cuentá de mi gravé egrrogrr…
La obscurídad habiá sidó pgrovocadá pogr algo inhabituál (y no egrra el pez-pijón! -procunciar peizzpigjeón), egrra algo aún más hogrrrrible… y desconocidó pagra nosotrós.
Se tgratabá de un ogrganismó 50% végétal y 50% ánimal -o como quiera que seán los pourgcentajes-. Parecía heridó o enfergmó. Con el talkie-walkie tgraté de comunicagr con él, pegro lo unicó que lagrrgó fué un pédó estgruendosó y malolienté en medio de milliones de bugrbujas. Enseguida sentí que los dos estabamós en peliggrró…
Philippe se habiá desmayadó, ¡el muy maricón! y al caegr hizó pelotá la filmadogrra y nos jodió el grrepogrrtage. Así que ió soló pudó sacagr esta fotó con mi nouveau i-phone.
– musiquita de fin-
La enorme herencia (y el coraje) del Commandant nos habían puesto en guardia.
El capitalismo, que ya ha mutado en neocapitalismo es entonces un ORGANISMO, ¡está vivo y está hambriento!
Humanos: la única manera de salvarlo es darle de comer!
Es el único espécimen y, como todos nosotros (enfin, todos-todos parece que no) tiene derecho a la VIDA.
Las más altas autoridades político-monetarias-y-financieras ya se han puesto a ayudar, y por primera vez al unísono.
Billones de dólares y euros y chuans y yens para salvar al frágil organismo viviente amenazado de desaparición. Cientos de bio-economistas del mundo entero trabajan sin descanso para una pronta recuperación. Este ejemplo de colaboración humanitaria (es una forma de hablar pero ya dice mucho) quedará grabada en la Historia.
Por el momento el paciente se porta bastante bien, come mucho y no parece cansarse, su sistema digestivo-especulativo vuelve a funcionar casi con normalidad. Su bolsa gástrica de valores en París ya ha recuperado las fuerzas perdidas desde el 1° de enero de 2009.
¡Ciudadanos del mundo, gente de bien, ladrones, banqueros, artistas, unamos nuestros esfuerzos para salvarlo! Enviemos galletitas, plata, dulce de leche o simplemente una tarjeta postal para levantarle el ánimo.*
Porque como nos dijo Cousteau: « Esós bichitós son muy sensíbles, cualquiegr gesto de amorg los hace felicés. Sobgre todo durante el períodó de acoplamientó.
*Si no saben adónde enviar las galletitas, la plata, el dulce de leche o la tarjeta postal, mándenlos a Faubourg Buenos Aires que transmitirá.
En estos tiempos de crisis, no nos privemos de cualquier pequeño festejo.
Hoy se cumplen los 200 años del nacimiento de Darwin y aprovechamos para hacerle un homenaje. Ayer a la noche tuvimos la oportunidar de ver evolucionar o mutar in vivo a la especie futbolista, que hasta ahora solo podía jugar a la pelota con los pies. Pareciera que la influencia del medio externo (el DT ?) ha favorizado la mutación.
Perdón Maradona, no pensamos que podrías hacerlo! (aunque ya nos habías avisado en el ’86, pero no por lo de « la mano de Dios »).
Saludemos de paso otro cambio no menos perceptible: la virilización del juego. Por fin los dos equipos se pusieron a jugar y a transpirar en vez de pasarse simplemente la bola. Los cambios cambios son.
Richard Williamson ya no tiene que esconderse (en verdad no se escondía).
Las máscaras cayeron, y en La Reja -un huerto sin olivos en el Gran Buenos Aires- sigue el pregón vergonzoso. Mientras los grandes países cierran las fronteras, la Argentina continúa acojiendo a los pobres inmigrantes en busca del paraíso perdido.
Como todo auténtico revolucionario
era insobornable.
(Sabía que el valiente muere en la esquina
y el cobarde en la mitad de cuadra).
Le destapó los oídos a cuatro generaciones.
Los puristas querían descuartizarlo
y él con su cara de gato les respondía
poniendo cada vez más notas en el pentagrama.
(¿No les gusta el caldo? ¡Pues tres tazas!).
Hasta hubo quien lo llamó traidor al tango
olvidando que era el único músico del mundo
al que Gardel le había preparado el desayuno.
Sabía, como Gramsci, que lo nuevo tarda en nacer
y lo viejo tarda en morir.
Decía que tocaba el bandoneón de pie
porque no quería parecer un lustrabotas
pero era sólo otro modo de broncar a los giles.
Fue Troilo quien le puso « gato »
porque iba y venía, iba y venía, iba y venía.
Con el tiempo
la ciudad acabó acostumbrándose a sus ruiditos
y ahora todo Buenos Aires suena a Piazzolla.
A su manera, fue un foquista.